La adolescencia es un período de desarrollo que tiene características peculiares y únicas para cada persona.

Adaptarnos a la situación especial que estamos viviendo, es difícil para todos/as, es normal que a todos/as nos cueste, incluidos/as los/as adolescentes. Más aún, si a estos momentos le añadimos una pérdida familiar. Es normal que, durante este tiempo, haya momentos en los que decaiga el ánimo, sientan ansiedad, se recluyan en su habitación,…
Es importante acompañarlos/as, respetando las emociones que se vayan presentando en cada momento. Debemos escucharlos/as sin juzgar, sin valorar sus sentimientos.
Aun así, en estos momentos excepcionales, donde pueden sentirse más aislados o excluidos de lo normal, conviene observar ciertas pautas para con ellos;
– La diferencia entre las expresiones emocionales del/a adolescente con respecto a las del adulto es la intensidad con la que son experimentadas y vivenciadas las circunstancias a las que se ven expuestos/as. Por lo general, suelen manifestar mucha rabia, por lo que su comunicación es más fuerte, más agresiva y, muchas veces, a los adultos, nos resulta difícil sostener esas expresiones. Algunos/as mostrarán visiblemente su emoción convirtiéndola en un enfado desplazado, dirigido hacia alguien concreto, el mundo, la vida, Dios,… Otros/as, ahogarán esta expresión, manifestando un enfado retraído, interiorizado hacia sí mismos/as o hacia los otros. Esta es un afrontamiento que no sólo realizan los/as adolescentes, las personas adultas en ocasiones también lo manifestamos de esta manera. Hablar de esto con ellos/as, permitiéndoles sacar todo su dolor, realizar ejercicio físico, donde pueda desfogar su rabia, su impotencia y frustración, … pueden ayudar en estos momentos.
– Se les debe informar en todo momento, a ser posible por los propios padres o personas cercanas, de la situación y evolución con respecto a sus familiares o seres queridos. Explicándoles como están, posible desenlace y/o evolución, el por qué no se le puede visitar, y/o en caso de fallecimiento, acompañar o velar. Ir de lo esencial a los detalles. Incluirles en la toma de decisiones.
– Es importante que los adolescentes puedan saber cómo seguir en contacto con las personas que quieren y a las que no pueden ver por la situación actual, bien porque están hospitalizadas o por la situación de confinamiento. Hay que ayudarles a encontrar la manera de poder seguir manteniendo el contacto con ellas, para que se puedan sentir más seguros/as.
– Para un/una adolescente es muy difícil imaginar la vida sin esa persona que acaba de perder. El/la adolescente tiene que hacer frente a la pérdida del ser querido, al tiempo que tiene que hacer frente a todos los cambios, dificultades y conflictos propios de la edad y las circunstancias de cuarentena actual.
– Es posible, que se estén haciendo un montón de preguntas sobre toda esta situación tan confusa, que sientan rabia, frustración, impotencia… por ello, es importante acompañarles y transmitirles, que estamos ahí para ellos/as, aunque no tengamos respuesta para todas sus preguntas. Compartir nuestros sentimientos con ellos hará que nos acerquemos emocionalmente y nos permitirá buscar otras maneras para que todos/as estemos más tranquilos/as.
– Tener en cuenta su opinión, que sientan que los tenemos en consideración. Incluirles en las actividades que pongamos en marcha para estar en contacto con nuestros familiares ingresados. Asimismo, también en las ceremonias que decidamos elaborar si se produce el fallecimiento. En estos casos, ellos pueden ser una ayuda valiosa a la hora de colaborar en el manejo de las nuevas tecnologías, o hacer uso de sus habilidades informáticas (edición de vídeos, música, álbumes digitales). Será una oportunidad para que tomen un papel activo, se sientan útiles y recuerden estos momentos con cariño y orgullo porque facilitaron ese último adiós, ese acompañamiento o ese ritual compartido a distancia con los demás familiares. Hagámosles saber también de nuestra gratitud y reconocimiento por su labor.
– No ocultarles lo que sentimos, no nos escondamos para llorar (a no ser que sea un llanto desregulado) Propiciar en ellos la expresión de emociones y el uso de recursos expresivos que ellos manejen para hacerlo: música, escritura, dibujo, videos…Respetar sus tiempos y no mantenernos ni muy cerca (por no agobiarles), ni muy lejos de ellos (que no se sientan abandonados).
– Propiciemos diálogos abiertos en familia donde unos y otros expresemos nuestro sentir ante la situación, sin juicios, ni descalificaciones. Tratémosles como nos hubiera gustado que nos trataran a nosotros a su edad, hablándoles de nuestra experiencia a sus años
– Este puede ser un momento para cuestionarse las creencias religiosas o culturales que comparten con su familia y pueden mostrarse críticos/as o escépticos/as al respecto. También se hacen preguntas sobre la vida, lo que ocurre después de la muerte. Sin embargo, la muerte les asusta, ya que sienten que han perdido esa sensación de seguridad. Por ello, es importante darles un espacio dentro de los rituales que se celebren en la familia y hacerlos partícipes en todo lo que ellos deseen. Respetando sus formas y sus tiempos, así como su disponibilidad y deseo de participar en los rituales de la familia. Si les consultamos y validamos sus ideas y aportaciones al respecto, se sentirán incluidos/as y serán más participativos/as (por ej. Pidiéndoles que nos ayuden a elaborar un video con imágenes y música de nuestro familiar fallecido).
– El/la adolescente puede tener mucho miedo a olvidar y por tanto es importante reforzarles cómo tener presente a su ser querido a lo largo de su vida. Por ej: Creando un video o libro del recuerdo con la historia de vida del abuelo, en esta tarea de duelo puede participar toda la familia.
– Intentar que mantengan una rutina diaria, no dejarles que se abandonen, ni abandonarnos nosotros. Darle alguna responsabilidad dentro de la casa. Eso les da seguridad y un cierto orden y les hace sentirse útiles.
– En algunos momentos pueden mostrarse enfadados o culpables ante lo ocurrido, validemos su mundo emocional, decirle que todas las emociones son legítimas. Permitamos que se expresen, que se desahoguen, exploremos con ellos estas emociones, las preocupaciones reales, ayudémosle a entender la realidad de lo ocurrido.
– Al igual que los adultos, los/as adolescentes necesitan tener sus momentos y espacios íntimos para conectar con su dolor y para desconectar de él (equilibrista emocional), pudiendo parecer que no le está doliendo y en realidad es que no sabe sostener su dolor necesitando desconectar o realizar afrontamientos de evitación para poder sobrellevar esta situación.
– Es importante respetar sus momentos y sus silencios porque no siempre quieren hablar de la muerte. Muchas veces ocultan su dolor porque se sienten preocupados/as por sus familiares y quieren protegerlos (“evito hablar del abuelo porque mamá se pone muy mal, la veo llorar…”). Simplemente, les haremos saber que estaremos ahí para cuando quieran hablar o preguntarnos algo. No obstante, estaremos atentos a esta conducta sobreprotectora y también a las conductas que sean todo lo contrario, de despreocupación e irresponsabilidad.
– Evitar comentarios delante de él/ella que sean inapropiados, que alimenten su rabia, venganza, miedo y victimismo. Asimismo, evitar frases del tipo: “ahora debes ser fuerte “no llores, ya eres un hombre/mujer” “Se fuerte por tus hermanos…”
– Necesidad de reciprocidad: Hay que tener en cuenta que, tras la pérdida, el/la adolescente se siente diferente y no quiere serlo. El grupo de iguales, que sería su soporte, no les funciona porque no han pasado por lo mismo, por lo que evitan todo lo que pueda dar muestras de dolor y tristeza ante sus amigos/as, para seguir siendo uno/a más. Disfrazándose con la máscara del duelo, se “maquillan” para las otras personas de su entorno, haciéndose los/as fuertes.
– Normalmente rechazará hablar con los adultos, se sienten vulnerables y prefiere compartir su mundo emocional con su círculo de amigos más cercanos. Si insistimos, además, se alejará más. Por tanto, ser permisivos y comprensivos con esta necesidad de contacto con los amigos. En estos momentos para él/ella son un apoyo muy importante. No les cortemos esa vía de expresión y encuentro (a distancia) porque es muy necesaria. Tampoco le juzguemos si en ese contacto con sus iguales se muestra despreocupado. A estas edades, lo que se quiere es pertenecer al grupo, ser uno más. Además, ellos son más capaces de entrar y salir del dolor, y también lo hacen más rápidamente.
– Puede que muestre conductas des adaptativas o consumo de determinadas sustancias. Incluso conductas de riesgo “la vida es algo efímero y no merece la pena esforzarse” o ideación suicida. Corregir y prestar atención a estas conductas. Si vemos que solos no podemos, buscar ayuda entre los recursos online o telefónicos que estos días se han puesto a disposición de los/as ciudadanos/as.
– Pongámonos en contacto con sus maestros/as para explicarles la situación y entre todos consensuar cómo llevar durante estos días las tareas de clases sin excesiva presión.
– Estos momentos, a pesar de todo, son momentos para aprovechar la oportunidad de estar juntos/as y conocernos más. Conocer sus puntos de vista, opiniones, intereses, etc. Hacer el esfuerzo por entrar en su mundo y recordar, que los adolescentes escuchan después de haber sido escuchados/as. Propiciemos momentos donde recordemos con cariño, y quizás humor, a esa persona que nos acaba de abandonar y rindámosle homenaje compartiendo recuerdos de estos seres queridos con nuestros hijos/as. De esta forma, además le ayudamos con los miedos que ellos suelen tener, que son: el miedo a olvidar al/la fallecido/a, el miedo a olvidar su tono de voz, su olor, un gesto. Compartir les ayudará con esto.